El Amor.
A mi hermano mayor le dijeron
que el infierno es la ausencia de dios.
Él me lo dijo a mí,
en el tono épico y solemne
que lo caracterizó.
Me quedó impreso y grabado,
para él no alcanzó.
Se pegó un tiro para demostrarlo.
Yo lo seguí mascullando,
buscando la vuelta luminosa
a la terrible sentencia.
Estaba en el mismo testamento,
pero en su parte novedosa:
el infierno es la ausencia de amor.
No creo haberlo resuelto
en los términos de la imaginación.
Tal vez de a ratos y mezclado
con caprichosas ajenidades.
Pasión, vanidad o egoismos varios.
Siempre en los alrededores
del voraz agujero negro
de mi ombligo, no más allá.
Pero la idea, la frustración,
la rabia y las ganas al buscarlo,
me disiparon el infierno.
Y también porque el amor
me encontró y me salvó.
Se llama Silvia: ese es el amor.