El Ángel Negro y la Ciudad de Cristal.

10.02.2021

I. Destino Incierto.


Por enésima vez a la deriva. Con la nave tallada en las heridas de la derrota. A oscuras para ahorrar energía y verguenzas. Ya no interesaban las razones de la batalla, así de frágiles y patéticas medidas con la solidez y justicia que lucían a la hora de defenderlas. Si fuera esa su condición cómo se hubieran visto en la victoria. Cuánto de verdad y certeza mantendrían triunfantes. Mejor así, liberarse de esas causas incompletas. Dejarle a los vencedores la carga de sus razones y la necesidad de seguirlas sosteniendo.

- Y hacia dónde vamos- balbuceó el más temeroso de los "Uno Mismo" de la tripulación.

- A repetirnos en otro escenario, hasta el hartazgo, hasta el próximo fracaso- contestó el cínico de los "Uno Mismo".

- No lo vamos a permitir, no otra vez, estamos llenos de lecciones aprendidas. Hay que mantener fresco este dolor, esta humillación y vamos a mejorar- terció el voluntarioso de los "Uno Mismo".

Cínico largó una carcajada que fue alivio hasta para Voluntarioso. Valiente y Temeroso también rieron. Amoroso, Negador, Odiador, Creyente y Lujurioso entre los capitanes y sus diezmados pelotones...todos los "Uno Mismo" rieron. Sabían de repitencias, de las viejísimas historias compartidas y de las promesas de reparación. Las habían transitado en distintos paisajes y con diferentes carcazas de posibilidades. Con seis dedos, con tentáculos extremidades, con ojos en los oidos y viceversa, con colores y albinos, en planetas de escasez y en los más confundidores de la abundancia.

Lo que todos sabían es que no podían escapar, no así como lo habían estado intentando. La inmortalidad es un castigo que sólo pueden apetecer los que desconocen de su naturaleza. Los ilusos mortales que sueñan y desesperan por lo que carecen. Debieran sentirse agradecidos y felices de no tener las tamañas responsabilidades de los dioses, o los ángeles, como suelen llamarlos.

La tripulación del Ángel Negro no tenía esa suerte, aún con destino incierto, con las heridas y la decepción frescas, no podían dejar de seguir siendo.

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II. Sin Tiempo.


No existe el tiempo de las medidas cuando se viaja en el espacio. Tampoco se viaja, el que viaja es el espacio. No hay artilugios de la inteligencia capaces de transitarlo más allá de los arrabales de su pretendida omnipotencia, basta vislumbrar esas distancias imposibles. Y en cuanto al transcurso que se mide corresponde a materialidades de planos más concretos y no a todas. Lo tienen los ensambles biológicos que acceden a su historicidad, los que se cuentan a sí mismos. Es propio de la autopercepción de desgaste, de una minoría calificada en el universo. No lo tienen los minerales, ni los animales, no está entre sus problemas el curso y la decadencia de sus existencias.

- Y cuánto va a durar este limbo, esta vez...- Lloriqueó Lacrimógeno, que era lo suyo.

- Me tenés podrido con la retórica de preguntas cuyas respuestas conocés sólo como excusa para autocompadecerte.

- Intolerante tiene razón. Hace miles que no anotamos evolución, sólo desbarranco. Agradezcamos la supervivencia en la oscuridad por larga que sea. Si seguimos siendo es porque alguien todavía nos pone fichas y no debe serle fácil defender nuestra causa. Más de una Jerarquía estará empujando por terminarnos.- Observador siempre ordenando.

- De esta no salimos gratis, si nos asignan nuevo destino lo sacarán rascando los tarros del plan general. Ya no sólo perdemos, de esta última oportunidad huimos. No nos perdonaría. Nos descartaría sin culpa. - Pesimista nunca tenía en cuenta los ánimos.

- Tendríamos que ocuparnos en organizar prioridades en caso de nueva asignación. Por ejemplo, si hay próximo desembarco yo propongo que la carcaza a elegir sea hembra, que apostemos fuertemente a sus posibilidades- Parecía que no, pero Disperso siempre sumaba.

- Claro, discutamos sobre nuestro sexo, un clásico de entretenimiento con tanto tiempo inútil por delante- Pesimista, claro.

- Lo que tenemos que empezar a saldar es el comando, la fuente de nuestros fracasos, no podemos ser todos capitanes. No se puede estar decidiendo sobre el conjunto, aleatoriamente, conforme la pulsión del último que habla...- Cerró Presencia... que siempre cerraba.

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III. En la cueva.


Otra vez en la montaña, en las cuevas de la montaña. Desarrapados, completos de lástima y lastimados. Sedientos y resecos para las heridas. Llenos de preguntas y resentimientos. Mordiéndose en rabias e impotencias. Agotados en la recurrente derrota, en la esperanza miles de veces refutada por la historia. Engañados por creer, enfurecidos por no terminar de aprenderlo.

A lo lejos, muy lejos, la Ciudad de Cristal. La de los brillos y la desmesura. La de privilegios y abundancia para los que sí saben de qué va la cosa. A la que no le tiembla la mano para ejercer el crimen cuando se necesita para garantizar sus moralidades. Impiadosa y refinada. Ahíta de logros tecnológicos, de sofisticada belleza y prolijidades. Tan impiadosa e intolerante como aceitada. Ladrona y farisea de las mejores ideas que a cada rato le han parido los marginales.

Y entre la montaña y la ciudad, desparramados por el campo de nadie, los restos dolientes de la última batalla. Bañados en púrpura y resecándose, los cadáveres de los propios, y pocos, muy pocos de los Ángeles del brillo y el color. Un Sol anaranjado que apenas entibia lo que supo ser el planeta Agua, hoy en retirada de la vida exhuberante que lo colmaba. Una larga historia de tristeza irremontable.

- * Me miran a mí, pero no con los ojos, lo hacen con el taladro imparable de sus corazones. Fui el último y más responsable de los vendedores de ilusiones. El primer y más convencido convincente de los apóstoles del Ángel Negro. El que les agitó sus promesas de liberación. El que les trasladó la fe en la transformación. El camino de unidad y la fuerza interior que los haría imbatibles. Que nos devolvería el paraíso perdido del equilibrio y la armonía de las primeras leyendas o que nos llevaría a él, aunque tal no hubiera existido. Ese que abandonó la batalla apenas se vislumbró la derrota, el que se rajó a su plano de inmortales comodidades...Más nos hubiera valido no salir de las cuevas, construir acá desde siempre y no soñar con confrontarlos, algo más tendríamos que estos despojos...*

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IV. Reunión de Directorio.


Quedan tres Ángeles Blancos en el planeta Agua que se extingue inexorablemente. En la última batalla, contra la marginalia irreverente al Plan General, se perdieron dos a manos del Ángel Negro. Los dos por dudar en el combate sobre la justicia del bando elegido, más que por la fuerza ejercida sobre ellos. Así de peligrosas las ideas de la subversión, de otros destinos para la vida inteligente.

No hacía falta que se reunieran para hablarse, pero el destello que se producía en la juntada, iluminaba los ánimos de los culposos de Ciudad de Cristal. Habían estado cerca de perderlo todo, antes de su tiempo final y sobre todo a manos de los explotados de siempre. Una humillación más insoportable que la muerte a que se dirigían por la necedad de sostener sus privilegios. La vanidad los constituía más que la vida. La necedad y la intolerancia sus banderas más preciadas.

- Estuvo cerca, pero clausuramos el mal ejemplo.

- Los Generales claman por que terminemos con los restos de la montaña.- Porque no entienden que el Plan General los incluye vivos, malheridos, desprovistos, impotentes, pero vivos. Extraño es que reproduzcas esas demandas, o estarás también dudando de nuestra alta tarea...

- Nunca terminamos de conocer la tal tarea, luce absurda y autodestructiva, a qué Plan General podría corresponder.

- Ya te imagino muerto a manos del Ángel Negro...

- Ese ya no cuenta, huyó. No debe haber nadie en las montañas que pueda escapar a la verguenza de haberlo escuchado. Las Jerarquías ya lo habrán descartado en la soledad de su espacio. Ya habrán molido dolorosamente en el mortero los restos de su esencia.

- Es cierto, nunca las individualidades díscolas son el problema, lo que es problema que no terminamos de evitar, es el ejemplo, el mal ejemplo de la posible autodeterminación...

- Entonces no clausuramos nada, sólo lo postergamos hasta la próxima batalla.

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V. Ruido Interior 1.


Ni el silencio físico del espacio puede cubrir lo ensordecedor del diálogo interior. Su mecanicidad se dispara incesantemente, abrumadora, anárquica. Si no hay estímulos afuera los encuentra dentro. Dicen que hasta en los sueños sucede. A veces sigue algún proceso lógico, hasta entretenido y saludable. Pero siempre frágil e inestable, cualquier "que lindo aquello otro", "por qué no hago esto", "qué me quiso decir con eso" lo distrae y abre a nuevos ruidos de aleatorias direcciones.

La tripulación de los "Uno mismo" que se presumía evolucionada, con miles de recorridos viajados y de experiencias vividas, todavía no podía controlarlo. Apenas acotarlo cuando los asaltaba el miedo o la exaltación, como cualquier carcaza de cualquier animalito, no mucho más. Pero como si no le alcanzara el patetismo propio de la limitación, agregaba desconocimiento, o lo que es peor, negación a reconocerlo.

- No va a haber juicio de las Jerarquías, sólo la agonía de esta espera y en algún momento la eliminación.

- Si fuera así, para qué la espera...

- Es la penalidad, que duremos lo suficiente para desesperar. Para que imaginemos soluciones hasta el fin de la esperanza, el refugio final.

- Entonces sigamos imaginando "qué sigue" hasta agotarlo, de última acelerará el proceso.

- Y desde donde arrancamos, del último fracaso?

- Siempre nos gana Vanidad, que fantasea sobre los aciertos.

- No terminamos de creernos, ni en lo que enseñábamos y menos en lo que ejercíamos. Siempre el compromiso fue exterior, dedicado a los ojos y a los oidos del afuera. Una ilusión gigantesca consentida para embellecernos. Tratamos de exorcisar lo que odiábamos enfrentándolo, con lo que garantizamos su persistencia. Nunca quisimos ganar, eso nos hubiera quitado el sentido mismo, ese sí que hubiera sido nuestro final. Eso fue...

Tuvieron, por fin, la caricia de un momento de genuino silencio.

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VI. En la Montaña.


Habría pasado un tiempo, el imaginario interior, el ficcional de las fracciones, o el de los amaneceres y ocasos. Poco importaba medirse o medirlo, lucían irreales, fuera de cualquier tiempo. Real era el cambio de brisa que llevaba a la montaña el hedor de la batalla perdida. Ese era el tiempo que persistía, el de la muerte, que obscenamente expuesta les recordaba a su pesar, la fiesta inevitable de sus propias vidas.

Tímidamente primero y azuzados por los más audaces después, fueron rodeándolo. Se formó una intimidante e ilusoria asamblea en la ladera. Cercando la piedra en que se sentaba indiferente y a la vez tan presente como nunca lo había estado. En distintos tonos de grises convencimientos se fueron descerrajando las demandas, los reclamos, los juicios. Una sonrisa interior de alivio y calma lo inundaba ante tanta desmesura desatada. La oportunidad de la respuesta es siempre liberadora, un regalo...

- Para empezar no es lo que creen, de varias maneras. No han venido a interpelarme a mí sino a Uds. mismos y a los gritos. Las enseñanzas del Ángel Negro que abrazamos fue a responsabilidad y conciencia propia. Sentimos que había verdad en ellas y nos comprometimos con eso. Por lo que la honestidad, el coraje, la consecuencia del mensajero no cuenta, por horrible que haya terminado siendo. No hay fracaso en lo que creemos: la transformación interior, el camino de la unidad y la presencia siguen siendo. Irremediablemente ligadas a la evolución colectiva. Lo que se están reclamando en mí. es la decisión de haber creido, que siempre les perteneció. Cobardes, hipócritas. Ahí los veo desmereciendo nuestros muertos, lagrimeándolos por los rincones, apropiándose de sus últimos dolores. Los fracasos son ajenos a nuestras creencias y decisiones, son los éxitos del enemigo, que es otra cosa. Como es del enemigo la idea del triunfo como paradigma. Lo nuestro es la lucha constante y sonante. Vuelvan cabizbajos y avergonzados a sus parcelas por esta escena. Reorganicen la siembra, la salud, la educación, la vivienda, el pastoreo, la defensa. Refinen nuestra técnicas y nuestro arte. Olvídense de mí o cualquier mesiánico profeta, esta es la mejor lección que podamos sacar. Dejen de esconderse atrás de los coyunturales liderazgos...crezcan.

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VII. Sorpresa.


Para desaliento de los ubicados en tiempo y espacio. Unos trescientos años después de la aplastante victoria de Ciudad de Cristal sobre los desarrapados de la Montaña, en la agonía del planeta Agua. Milésimas de segundos para los Ángeles Blancos que la custodian y protejen. Y miles, miles de unidades tiempo, para el que cumple penitencia por fracaso y espera alivio en cualquier sentencia, colgado inmóvil en el espacio profundo.

Los exitosos señores del orden natural de las cosas se volvieron a reunir, pero en las afueras. Una nueva conferencia intramuros habría causado más desasosiego que calma entre los habitantes del privilegio. Tanto ocio, abundancia y sofistificación estaba produciendo ánimos que contrastaban con el Plan General. Nacían extrañas sensibilidades por el destino de destrucción del planeta, los sufrimientos ajenos, la injusticia en el reparto. Una empatía universal que contradecía los cincuenta mil años de indiferencia y depredación en el devenir de la especie.

- Se están quebrando y en el corazón del proyecto. Añoran como propia una piedad que nunca conocieron. Increíble.

- Algo está escapando a nuestra omnipotencia. Esos manchones verdes en el desierto planetario que supimos producir. Y miren la exuberancia alrededor de la Montaña. Les brotó el agua, de donde? Hay plantaciones, arroyos surcando...

- Construcciones y un movimiento ordenado por rutas de racional diseño. Y a los costados de sus realizaciones, en lo que parece armonía, paisajes de selvas y bosques con el sonido inconfundible de faunas desaparecidas.

- Acá hay que pensar en cambios en la cúpula de las Jerarquías. O es que siempre fuimos ingenuas herramientas del Plan General que nunca terminamos de conocer.

- No es todo...es peor. Hay un rumor que asciende desde el fondo del abismo. El Ángel Negro sigue siendo, apichonado y suspendido, pero no ha sido terminado.

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VIII. Confesiones.


La mayoría son remedo y empalago para adquirir permisos y perdones. Impostaciones provocadas por el sitio a las excusas. Ninguna contrición, ninguna culpa, oportunismo descarado para seguir en el barro. Pero hay otras, menos mal, que pare de verdad el alma. Agotada en claudicar y repetirse. Cercada por la propia buena entraña, no por la ajena. Algunas pueden resultar en enmendar direcciones, no siempre, pero son las que valen.

En la nave del desarraigo y la incertidumbre, la tripulación de los "Uno Mismo" del Ángel Negro, se disparó al centro de sus incomodidades con el dardo envenenado del sinceramiento. Sin especular con el eventual juicio de las Jerarquías, ni su sentencia. Con el solo valor de alivianarse, de empatarse con el discurso miles de veces verbalizado. Con una simple honestidad, sin miedo a transformarse en algo mejor, más verdadero. Oscuro que nunca participaba en las tenidas filosóficas y sólo se presentaba para empiojar las mejores intenciones que se les ocurrieran, los sorprendió terciando.

- Les mentimos descaradamente. Mentimos sobre nuestra condición de "ser evolucionado" para convencernos de ello. Un miserable libreto de autoayuda camuflado en solidaridades y amor. Malversamos esas altas ideas para salvar el prestigio personal. Cagamos más alto que nuestros culos con el objeto de presumir que ya somos "uno" y no es cierto. Les dimos como probada una enseñanza que no tenemos verificada. Que es en nosotros un rumbo por aprender, una expectativa por realizar. En vez de construirnos con ellos, aprovechando la oportunidad con alegría, nos paramos en la tarima imaginaria de construir para ellos. Eso está en la raiz de nuestra derrota personal, que no la colectiva. Perdimos la soberbia de nuestra condición angelical, perdimos la omnipotencia de nuestros ombligos, perdimos la pulsión por el convencimiento, perdimos la soledad del desamor por nosotros mismos. Ellos puede que terminen haciéndolo mejor. Entonces ganamos.

Casi lloran de una felicidad hasta entonces desconocida

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IX. En la Ladera Sur 1.


Se instalaron a espaldas del Campo de los Muertos y la Ciudad de Cristal. Sin resentimientos, venganza o verguenza. Con una indiferencia sabia y algo de socarrón desprecio, también. No hicieron falta las leyes habladas o escritas, sobraban serias responsabilidades con el solo marco de no joderse unos a otros, de completarse y parirse mejores. Cuando aparecían las pulsiones atávicas, propias de las carcazas, bastaba recordarse a sí mismos la desastrosa ruta de los consentimientos.

Se dedicaron aleatoriamente a cubrirse en lo necesario. Cada uno realizado en lo que quería. Siembra, carpintería, arte, forja, telares, hasta holgazanería. Cada uno exigente en lo suyo. Ciencia, técnica y filosofía limitadas al bien mayor de la armonía. En cada uno, con los otros y el planeta. Nada de plásticos y acrílicos. Ni artificios diferenciadores. Sólo se permitían la diferencia con el "Uno Mismo" que habían sido el día anterior y para seguir creciendo, no para reprocharse.

Nada de revoluciones industriales y producciones masivas. Ningún excedente para el consumo adictivo de comodidades vanas. El único acopio que se permitían era en silos comunales, galpones de pertrechos y reservas de previsión, para contratiempos ocasionales. La ciencia de la salud hasta donde llegara con recursos naturales. Si el mal era terminal, a conciencia se inhibían de hurgar en las curas y sólo en obturar el dolor, no la muerte. Sin excedentes la explosión demográfica no existía.

La moneda era el Sol Naranja, en la única denominación de unidad. Al cabo para lo más valioso con veinte unidades alcanzaba. Una cabra fina, una mesa, una casa, una fiesta, veinte monedas y menos se pedía. Porque entendieron que el intercambio no era de bienes, era de calidad de vida. Y el planeta acompañaba, hasta el tenue Sol Naranja pareció cobrarse energía. - Abuelo, vos crees en el Ángel Negro.- Si existió...su último acto de amor fue liberarnos de eso.

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X. Los mandos naturales.


La ciudad del brillo oscurecía, porque el exceso de luz enceguece. Resolverlo todo funciona como utopía, pero si se realiza conspira contra la vida. Habían alcanzado tal cantidad de respuestas que olvidaron a qué preguntas respondían. Un embole existencial de rutinas aprendidas. Nada por hacer, nada en qué creer, nada qué querer. Una ciencia desbocada hasta la ignorancia. Todas las calles, hasta las interiores, señaladas obsesivamente. Así era imposible la saludable experiencia de perderse.

Una caterva de adultos mayores, que fueron jóvenes empastillados y vanos, profusamente conectados en soledades virtuales. Hartos de repetirse en "seguidos" y "seguidores", en miles de reproducciones de frágil, fácil, boba creatividad. Las gracias del chapucerío los habían terminando tapando en sensibilidades. Las irreverencias permitidas nada tenían de genuinas rebeldías. Eran el epítome de la adaptación, de la esclavitud consentida.

Los más jóvenes habían nacido sin destino o con destino completo, sin nada para soñarse. En una burbuja de absurdo placer de un planeta moribundo. Los últimos engaños gerenciados: el viaje interestelar a nuevos rumbos, la recuperación tecnológica del entorno exterior, reconstitución química de las especies perdidas, hasta las promesas de trascendencia personal enseñadas por gurúes de cartón, duraban poco o menos que poco.

Los generales reunidos representaban la última trinchera del odio visceral, a todo, todos y ellos mismos, que había sido siempre la razón fundante de la Ciudad de Cristal.

- Sabemos que la lumpen marginalia derrotada se ha regenerado con éxito. Sin nuestro permiso, ignorándonos.

- Sí, y acompañados por una inexplicable recuperación de verdes y energías naturales. Hasta el condenado Sol parece estar con ellos. Y nuestros Ángeles Blancos protectores indiferentes y ensimismados en sus inmortales distracciones.

- No queda otra que volver a matarlos. No queda otra...

XI. El Responsable.

Algo estaba interrumpiendo las conocidas recurrencias. Una incomodidad que alteraba el ruido interior de las pobres respuestas repetidas. Y al mismo tiempo la agradable fiesta de la novedad. Un espasmo, como eléctrico, de aire fresco donde no lo había. Luces al interior de la nave, más bien brillos, destellos, reflejos inexplicables. Cedió la forma misma en varios lugares, de sólida y contenedora pasó a difusa y frágil.

Entre los "Uno Mismo", Observador, fue el primero en notar ausencias, lo que le correspondía. Pero no eran faltas definitivas, seguían estando todos, de otro modo. Por sutiles afinidades se habían agrupado en menos. En un acto de amor y desprendimiento de pequeños e insoportables egos. Agotados también por haber sostenido tantos cientos o miles de voces barranqueras. Hasta los más conspicuos boicoteadores se allanaron a organizarse y se hicieron uno en voces más responsables.

Voluntarioso ,Valiente y hasta Temeroso,, se allanaron a la representación de Creyente. Vaya a saber por qué caprichosos o no, procesos mentales. Negador, Amoroso, Esperanza y Odiador, quedaron bajo el liderazgo de Observador, en un generoso acto de humildad por limitarse. Cínico se quedó solo, sin conducidos y muy depreciado. También fue obvio que Instinto no se sumara a ningún colectivo. No era lo de él disputar en abstracto, su poder aparecía cuando habitaban carcaza. Y Presencia quedó un poquito encima de todos, como respetado moderador, como "primus inter pares".

- Luce alentador, no es cierto?.

- Sí, parecía olvidado, el dulce sabor del aprendizaje.

- Y ese quién es?...el informe, nebuloso, el que parece estar deformando la nave...

Una epifanía los atravesó desde sus profundidades, al borde del despertar definitivo.

- Yo soy donde todos ustedes viven. Yo soy el Ángel Negro.

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XII. En la Ladera Sur 2.


La vida que se regenera en la frontera misma del colapso final, tiene la épica de la felicidad que se festeja a sí misma, sin detenerse en resultados. La ilusión de destinos manifiestos, finales exitosos y edulcorados, está en la raiz de las frustraciones civilizatorias. No es por ahí que se realiza la vida, que no es apacible, romántica y armoniosa. Es caótica, implacable, violenta y también amorosa. Sólo un imaginario cobarde y neurótico soslaya la contundencia de su naturaleza. Y sólo esta comprensión le da valor a experimentarla sabiamente.

Una pedante y sesgada observación de lo que venían realizando los vería como primitivos. Negándose a la resolución de dificultades por el camino del progreso. Justamente de eso estaban de vuelta. Si había que sacarle agua a las rocas lo harían con aparejos, cuerdas, fuerza propia de número y bestias. Pero nada de máquinas y sus combustiones. Nada de artilugios de energía simplificadores, que así había sido el camino al precipicio. Si no se podía con simplicidad y artesanía, no se podía y punto. Se buscarían otras fuentes que respetaran los principios.

Grupos de jóvenes se aventuraban expedicionarios a otros manchones verdes. De alguno de ellos partió el llamado a Asamblea, con sobresalto y urgencia, propio de sus edades biológicas. A corazón abierto como estaban, se habían comunicado con corazones rotos de otros jóvenes en la Ciudad de Cristal que les hablaron sin saberlo. Porque entre las maravillas reales conseguidas, en el rumbo de vivirse en armonía con lo que es, habían logrado la verdadera comunicación inalámbrica, sin artificios.

- Nos dicen que en la Ciudad de Cristal se agitan tambores de guerra. Que los están envenando con la necesidad de nuestro exterminio. Que somos la fuente de todas sus desgracias y las del planeta. Que si nos terminan volverá el orden y el brillo.

Una carcajada general estremeció la Asamblea, todo Agua rió, sus animales y la floresta... Varias voces contenedoras salieron a calmar la sorpresa.

- Que no los ocupe, siempre estuvieron en guerra. Sigan siendo como son, esa es la respuesta.

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Capítulo XIII. El Ángel Anunciador.


La trompeta sonó vibrante, inconfundible, también imposible. Extraña a los ruidos naturales y atravesando las distitas naturalezas, minerales, vegetales, animales y la soberbia y tanática especie del planeta Agua. Los más elementales no se podían sustraer al mensaje, aunque nada pudieran hacer para evitar su contenido. En todo caso, alguna respuesta debería esperarse de la "inteligencia" del planeta, pero estaba largamente probado que el desbarranco, se hallaba mecánicamente instalado en sus cabezas y corazones.

Es recurrente en el Universo, que las especies capaces de historicidad y evolución, se empantanen en el ensimismamiento de sus ombligos y presuntas omnipotencias. Se empalagan en las potencialidades de sus mentes, dedicándose compulsivamente a exaltarlas en refinamiento y sofisticación. Es el espacio donde se sienten creadores, aunque sus producidos resulten absurdos y catastróficos. Despegan de toda la naturaleza superior que los rodea y contiene. La suponen, pobre, inferior, destinada a ser mejorada y completada por sus ocurrencias, por delirantes que sean.

En ese oscurecimiento descreen de los milagros cotidianos, obvios, verificables, repetidos y a mano. El de la vida, la lluvia, el movimiento, el tiempo y una exuberante lista de realidad que debiera ser respetada. Pero en el camino encomiable de desentrañarla, se extravían en la ignorancia. Les fascina la propia interpretación, más que los hechos. No es de extrañar entonces, que los milagros de producción ajena, provenientes de otros planos de existencia, no sólo les resulten incomprensibles, sino inexistentes.

Por eso el aviso del Ángel Anunciador, con la alerta del próximo final, pasado el momento de la revelación... que los atravesó hasta sus esencias...fue olímpicamente ignorado.

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XIV. Las Jerarquías.


En los planos inferiores hay una pobre y a la vez barroca imaginación sobre las conciencias primordiales, las más altas. Las suponen a imagen y semejanza para explicar sus existencias. Una necesidad, un deseo de justificar su misma naturaleza. Las propias elecciones, acciones y razones. Emparentarse con un orden natural superior, inmutable, verdadero, que morigere tanta vulnerabilidad a la hora de fundamentar decisiones.

La verdad es que la Conciencia absoluta, sin confines, con todos los tiempos, todos los espacios y todas las posibilidades, es abrumadora e irresponsable. Con escenarios formidables. Los de los dimensiones brutales: nebulosas, estrellas, planetas y agujeros insondables. Y los de más que microscópica consistencia, que no dejan de tener también, dimensiones brutales. Ser ahí y así, no es fácil. Los que saben de ruidos interiores, deberían poder imaginar lo incordioso de tener el murmullo constante de los universos y sus confesiones.

Además toda esa belleza, caótica y exuberante, en soledad, sin actores ni espectadores. Por eso se parieron los planos inferiores, por lo que llamamos Amor, en realidad, una necesidad y un derecho. Los primeros fueron los Ángeles Blancos, para monitorear y acompañar la vida en la base de la pirámide. Pero sin mandatos puntuales, esos nacieron cuando se burocratizaron, cuando se arrogaron papeles administradores. A ellos se deben los supuestos Planes Generales que nunca estuvieron en la voluntad de los creadores.

El anticuerpo a la distorsión vino con los Ángeles Negros, emergentes fastidiosos, más dispuestos a honrar a los que tenían que cuidar y sus particulares desarrollos. Los Ángeles Blancos vivían y reportaban a su temor al arriba. Los Ángeles Negros sostenían los aportes y pulsiones de abajo. Para las Jerarquías, de suyo aburridas, era una alegría la oportunidad del conflicto.

- Tenemos un tema para decidir. Dos alcahuetes Blancos vinieron con los chismes. Se trata de un Negro que agitó en el planeta que llaman Agua. Lo tenemos colgado, sin asunto, en la oscuridad hace rato. Ya hay que llamarlo a juicio.

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XV. En la Ladera Sur 3.


- Abuelo, y qué es la guerra?

- Es un modo de relación que ejerció nuestra especie durante cincuenta mil años. Con diversas razones aquapolíticas: económicas, religiosas, raciales, y con altos argumentos en el relato de los protagonistas, por antagónicos que fueran. Básicamente consiste en matarnos unos a otros y llevarnos puesto el planeta y otras especies con eso.

- Y siempre fue así?

- Que yo sepa, sí. Salvo los últimos trescientos años para los derrotados en la batalla del Campo Muerto, ese que quedó entre nuestra Montaña y Ciudad de Cristal. Nosotros nos retiramos unilateralmente de esa lógica después después del Sermòn de tu antepasado, mi tataratatara abuelo, el primer y último apóstol del Ángel Negro. Esa única oración laica que recitamos en tiempos de desasiego.

- Y nuestros grupos de defensa?

- Son para la prevención de reyertas caseras, las que pueden ocasionarse cuando algunos se duermen en cosas del pasado, propiedad, amores posesivos, cuestiones de borrachos, pero no para la guerra. No fabricamos artilugios criminales a gran escala, renunciamos a eso. Genialidades químicas o nucleares que se hacen con verso de preventivas, pero que al final se terminan usando. Prepararse para eso es tentarnos y tentar al otro lado, completar la posibilidad de que se realicen. Por otro lado ya nos probamos que la cantidad de violencia que estamos dispuestos a ejercer es nada comparada con la que ellos se permiten.

- Y si los otros la hacen igual?

- No es guerra, es matanza, quedará en sus historiales de muerte.

- Entonces vamos a morir?

- Probablemente, pero en nuestras casas, haciendo nuestras cosas, minuto a minuto, presentes hasta el final. Con dignísima y trascendental indiferencia. Nos los llevaremos puestos en la muerte de la especie y el planeta.

- Pero vamos o no vamos a pelear?.

- Claro que vamos a pelear. Si alguna de sus naves cae en nuestros jardines, iremos raudos a romperles las cabezas a los sobrevientes. Pero no será guerra, serán limitados testimonios de justicia, nada más.

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XVI. Diálogos de Blancos Arrepentidos.


No podían volver a reconocer incertidumbres. Que de los tres, uno ya había desertado a esconderse vaya a saber dónde. Atribulados, como estaban, camino al precicipicio. Después de años y años de estimularles las taras del "progreso" y "la evolución", fundados en las más viscerales de sus primitivas naturalezas. Consintiéndoles, como deseables, lo más bajo y morboso de sus territoriales egoismos.

Les habían legalizado la diferencia como fuente del privilegio. La arbitrariedad de la fuerza encubierta en la meritocracia, en la apropiación de los recursos de todos, en la pillería de las "legítimas" posiciones dominantes. Los ayudaron a naturalizar el comercio "libre" con base en incompatibles ofertas y demandas. Y los estimularon a sistematizar el absurdo, en prolijas leyes de hilados sofismas depredadores. Bastardearon la espiritualidad en religiones de poder. Todo mal, bastaba ver lo catastrófico de la cultura de "los resultados".

Hicieron que creyeran en la propiedad del Planeta, en ser acreedores ilimitados de su diversidad y riqueza. Que el ejercicio, conforme a "lo que es", de sus mezquinas individualidades, era suficiente argumento para desatenderse de los padeceres colectivos. Así se habían quedado sin escenario de vida, encerrados en su nube hedionda de autocomplacencia, eso sí, de cristal. Y ahora embarcados nuevamente en la razón de la guerra...que también les habían permitido.

- Me tapa la verguenza. No enseñamos nada, aprendimos de sus bestias.

- Tenemos que pensarnos como herramientas de algo que no sabemos. Que no era nuestro Plan General el verdadero. Que hay otro que nos excede...

- Por lo menos vayamos a pararlos del último desvarío. Mejoremos nuestros legajos, de cara al Juicio.

- No tenemos autoridad para nada de eso, apenas el cartel de "planos superiores". Nos dormimos posando de despiertos, protegimos el crimen, eso hicimos. Sólo nos queda esperar la misericordia que no tuvimos...eso nos queda.

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XVII. Los Aprestos de la Decadencia.


En la Ciudad de Cristal la ausencia de los Ángeles Blancos no los intimidó, les reforzó la omnipotencia. Cuando las mentiras sobrepasan los límites de la sanidad, sólo queda la mentira absurda para sostenerse. Interpretaron que ese acto final de exterminio que preparaban, era la culminación de su madurez, ya no necesitarían tibios protectores. La realidad hubiera espantado a cualquier observador imparcial, pero más a ellos mismos, por eso no podían permitírsela.

En cincuenta mil añós, la guerra siempre había funcionado como ordenador interior. Pero, invisible a sus ojos, lo que quedaba por ordenar era un desquicio desproporcionado e irremontable. La prensa, libre y piojosa como la querían, refritaba viejos titulares catástrofes sobre "la necesidad imperiosa", "la única salida", "el compromiso indelegable con nuestros valores". Daba igual, ya nadie leía. Los bancos y la bolsa se relamían en números imaginarios de estrambóticos beneficios, ganancias y repartos. Daba igual, sólo ellos eran cautivos de sus mentiras.

Toda la tecnológía de la maquinaria bélica estaba activada. Satélites y naves furtivas mapeaban los principales conglomerados de la Ladera Sur. Allí caerían las bombas químicas. En locaciones importantes más alejadas se lanzarían las nucleares tácticas. Se habían usado para producir terror, disciplinando a las generaciones sobrevivientes. Pero no parecía argumento razonable ahora, cuando todo tenía un objetivo de solución final. Detalles, nadie se animaba a detenerse en ellos.

A los asentamientos más pequeños se mandarían tropas, ferozmente cubiertas y artilladas. Matarían a destajo y seguramente se recuperarían algunas fotos y filmaciones de ocasionales refriegas. Con eso se podría documentar la heroicidad de los combatientes, su riesgo y patriotismo, y darle alimento al morbo de los espectadores en los salones de cristal.

- Será todo un éxito- dijo uno de los generales.

- Claro, es lo nuestro.

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XVIII. El Juicio.


Un estampido cósmico lo despertó frente a las Jerarquías, era el momento de su Juicio. Tenía un sabor agradable por comprometido que fuera. Es difícil explicarse, en planos más bajos, como se es en un espacio saturado de respuestas. Donde no hay preguntas para esconderse. Con legítimo temor reverencial, pero también de fiesta. Llegar a esa instancia era prueba de no haber transitado en forma anodina su existencia. Algo habría hecho.

Lo sorprendió la insignificancia de los que previó fiscales de acusación. Dos Ángeles Blancos en vez de los tres que había imaginado. Y que estaban muy lejos o se habían achicado sus presencias. Definitivamente ajenos a lo que resultara en el foco principal. Lucían apichonados, como si una tirada de dados que desconocía, hubiera resultado en suerte para su destino final.

- Diga, qué hizo?

- Nosotros...

- Por qué habla en plural?

- Porque seguimos siendo algunos, hemos mejorado, pero seguimos discutiendo internamente, de a ratos, quien conduce.

- Acá no, que uno se haga cargo.

- Entonces hablo Yo, soy el Ángel Negro. Exageré mis atributos y condiciones. Me dediqué a seducirlos para mi comodidad y vanidad, no para enseñarles genuinamente. Di como verdaderas conclusiones que no tengo por certeras. Los embarqué en mis luchas, las interiores y las exteriores, sin considerarles las propias. Malversé sus necesidades para probarme en las mías. Y los abandoné en la derrota. Un fantástico silencio invadió el territorio que no puede ser invadido.

- Sus protegidos han dado muestras formidables de una regeneración en la vida y el Planeta, como pocas se han dado en millones y millones de experiencias. Contra el "orden natural", que suele apoderarse de las carcazas, han dado un salto evolutivo de resignificación y consuelo para esta Creación. Lo han redimido a Ud, largamente. Y Ud. no huyó, luchó y se fue cuando supo que era derrota, es otra cosa...Qué quiere?

- Volver con ellos...- balbuceó, apenas reponiéndose del curso del trámite- Sin los atributos angelicales, para andar con ellos, como ellos. Vivir, amar, sufrir y morir...- Disperso pataleó tímidamente en el fondo- Ah...Y sí es posible, que la nueva carcaza sea hembra.

- Están al borde de la extinción final, ellos y el Planeta, no importa?

- Me lo debo y se los debo, eso quiero...

- Bueno...retírese, ya veremos.

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XIX. La Solución Final.


Les encantó que el Planeta acompañara con dramatismo la jornada. Un día imposible, del todo nublado, con tormentas eléctricas formidables y vientos huracanados. Le agregaba dificultades épicas a la cruzada, que de no ser por esas circunstancias, se vería como un paseo de sobreactuación, por lo desproporcionado de las fuerzas. Ya que no había enemigo honorable, el tiempo les complicaría logística y comunicaciones. Algo de riesgo y bajas propias para contar en la borrachera.

Conforme lo planeado, se largaron sucesivas oleadas de bombas químicas sobre la Ladera Sur, la capital de los amotinados. Por todo el Planeta se alzaron los hongos de las nucleares tácticas en sitios más alejados. Y hacia los asentamientos más pequeños se dirigieron las fuerzas de choque, con ánimo de desembarco y punición. Sin sorpresas más que las incomodidades en comunicación y traslados, que no respondía a interacción alguna con el enemigo, tan solo a una inconsciente mala predisposición del Planeta.

Pero en medio de la exaltación empezaron a producirse malas noticias. Algo había sido exagerado. El escenario planetario empezó a convulsionar en modo desmedido. Todo trepidaba fuera de cálculos y pronósticos razonables. La primera señal de un vuelto cósmico, fueron las rajaduras en la campana de cristal que acunaba y protegía sus delirios. La segunda, fue ver en pantallas, salir a los costados de la Montaña, densas y gigantescas nubes de los gases tóxicos recientemente tirados, con dirección y hasta intención, hacia la Ciudad de Cristal rajado.

La tercera fue un llamado de los comandos de desembarco, al nido de los generales.

- General, ya estamos acá. Y aquí no hay nada...

- Cómo que no hay nada, deben haber huido, salgan a buscarlos.

- No me entiende. No hay nada, no hay verde, no hay asentamientos, ni construcciones, ni nada de lo que delataban los satélites. Todo es tan desértico y áspero como el resto del Planeta. Además tiembla, brota lava...se está agrietando.

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XX. El Amanecer Paralelo.


Se habían dormido con razonable temor. Acunados por el estruendo de una tormenta imposible y el rumor próximo de la guerra. Apiñados en algún lugar de las casas, abrazando afectos. En paz con el camino elegido y con genuina tristeza por no poder seguirlo. Ligeros en conciencia y responsabilidades cumplidas. Sin cuentas interiores embarrando el final de sus existencias. Ningún reclamo, ningún reproche, ni a ellos mismos, ni a la vida.

Pero despertaron, sin consecuencias, a un nuevo día. Con menos alegría que sorpresa, los entibió un nuevo Sol. Se filtró por puertas, ventanas y rendijas, una luz renovada, familiar y a la vez desconocida. Con todo se permitieron el asombro, siempre se lo permitían. Fueron saliendo a jardines y patios, los chicos primero. Y ahí estaba, ya no era naranja, ni de arrogancia amarilla , era dorado...sí, como el oro de las adoraciones primitivas. Los alrededores teñidos de exuberancia e intensidad inexplicables, verdes más verdes, cantos de pájaros irreconocibles, animales rozagantes en los corrales...

Al principio pensaron haberse transportado a otro planeta, por vaya a saber qué sortilegio. Pero los ancianos astrónomos certificaron la persistencia del antiguo firmamento. No se habían ido, apenas corrido en el mismo universo. De los asentamientos más alejados llegaron los corredores exaltados con la mejor noticia. El Planeta recuperaba la razón de su nombre. Había vuelto el agua en las cantidades propias de su bautismo original. Mares, ríos, oceános, llenos de vida para compartir razonablemente. Volverían los viejos oficios de astilleros y pescadores. Se abrazaron, lloraron y festejaron, por años sin parar.

De la ladera norte volvieron exploradores contando que el Campo de los Muertos, era una alfombra de flores de maravillosos colores. Y que donde estuvo la Ciudad de Cristal, había un pozo profundo y negro, muerto, seco, estéril. Una herida extraña al planeta actual, como una advertencia, un recordatorio, que les hiciera imposible perder la nueva oportunidad.

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Epílogo.


Se vio a sí misma, llegando descalza, a un poblado cercano a la Ladera Sur. Con Instinto acomodándose a la nueva carcaza y sus posibilidades. Era una hembra joven y adulta, plena. La atravesaba una sensibilidad renovada y excitante a los estímulos cotidianos de la vida, la brisa, la temperatura, la fricción con las cosas. Ya no respiraba en otro mundo, era en este. También la incertidumbre era novedosa. No escuchaba las voces de sus ahora semejantes, ni sus tribulaciones...

Había sido liberada de incumbencias ajenas, sólo tendría que lidiar con las propias. Las cargas de ilusorias omnipotencias, también se habían ido. Era una más en el paraíso de Agua. Se sonrió todo su interior. Tanto pensar y actuar que el camino de la evolución era hacia planos supuestamente superiores, para descubrir que era exactamente el contrario. Que la verdadera evolución, es ejercer y disfrutar con responsabilidad la materia. Que esa es la verdadera búsqueda y sentido de la Creación.

Por qué, si no, las existencias sutiles de los Creadores, habrían tenido la necesidad de expresarse en lo concreto, en lo que es. Porque esa es la verdadera ruta de su deseo, que exista la vida, con sus turbulencias y variedades. Con la complejidad y oportunidad de innumerables formas y destinos. Para la más alta espiritualidad, la materialidad es el regalo a ejercer. No es una limitación, ni un castigo, como nos gusta pensarnos. Lo dicho, es el regalo...

Entrando al poblado la asaltaron temores infundados. Les resultaría extraño su rústica túnica negra, contrastada con las usuales de color crudo que vestían? Algunos de sus gestos podría delatar su pasada naturaleza? Sería complicado encontrar su lugar y su asunto en el mundo? Nada de eso, en el Planeta Agua ya no habían extranjeros. Podía estar tranquila y feliz, Ángel Negro, estaba por fin en casa...